Por
Fran Salas (@Fran_jirrojo)
El 2014 comenzaba
rematadamente mal, con solo 7 puntos de 21 posibles, el equipo se
hundía en la clasificación, el nerviosismo se apoderaba de buena
parte de la afición que se veía; ya en febrero, desahuciada en
segunda al finalizar la tercera temporada consecutiva del club en la
máxima categoría. Los de Paco Jémez hacían buen fútbol
pero las ocasiones no llegaban, y se perdían partidos sin que el
rival hiciese mucho arriba.
Llegaba el Sevilla
a feudo rayista, un gran ambiente de hermandad entre las dos
aficiones en los prolegómenos del encuentro, pero en el partido se a
repetía el guion, los futbolistas franjirrojos se volvían a marchar
cabizbajos al vestuario tras una nueva derrota. Pero algo se cocía
en ese fondo tan criticado por extraños como aplaudido por la mayor
parte de fieles al estadio, se invitó a los jugadores a que
volvieran al césped y un representante de la afición les expuso el
sentir de la mayoría; que mientras se siguieran dejando la piel en
los partidos, la grada iba a seguir apoyándoles como siempre,
palabras que fueron aplaudidas por diversos medios de comunicación.
El mensaje pareció calar en la
plantilla, el siguiente escollo era el Valencia y ante un gran
ambiente en el estadio, el equipo realizó un notable partido plagado
de ocasiones, y en una de ellas emergió la figura de Larrivey,
quien ponía el 1-0 definitivo de certero cabezazo a centro del
rumano Rat, jugador llegado en el mercado de invierno junto al
valenciano Rochina, ambos cuajaron una excelente estancia en
el conjunto vallecano y ayudaron en parte al resurgir del equipo en
la segunda vuelta.
A la victoria
frente a los valencianistas le siguieron otras dos, en Anoeta y
en casa frente al Almería, especialmente brillante la primera,
haciendo el Rayo uno de sus mejores partidos de la temporada,
con goles de Larrivey, Bueno y Rochina remontando un
marcador que les fue adverso en dos ocasiones. Estas tres victorias
consecutivas tras la arenga de la afición le sirvieron para salir de
los puestos de descenso.
Continuaron un
empate en tierras pucelanas y una victoria por la mínima frente a
Osasuna; ambos, rivales directos por eludir el descenso, y la
ya clásica fiesta en la grada visitante del vecino de La Castellana
pese a la derrota, tras este esperado tropiezo llegaba otra buena
racha con tres victorias y un empate en cuatro partidos, lo que
permitía llegar a la cuesta final del campeonato con cierta
relajación. A estas alturas el argentino Larrivey ya había
conseguido a base de esfuerzo y goles ganarse a la afición rayista;
después de una primera vuelta bastante floja lograba ser uno de los
preferidos de la grada vallecana.
Un final de
campaña flojo fruto del desahogo por estar lejos de la zona de
descenso; que sin embargo certificaba la permanencia del Rayo
Vallecano en la máxima categoría del fútbol español por otra
temporada más. Una nueva charla de la afición a sus jugadores tras
la última jornada, esta vez agradeciéndoles el trabajo realizado y
la garra mostrada, y recordándoles que la familia rayista les
estaría eternamente agradecidos, volvieran con la camiseta que
volvieran.
Llegó el verano, y con él la ya
habitual desbandada de jugadores, como cada año hombres importantes
dejaban el club, entre ellos los Rubén, Gálvez, Rat,
Saúl (cedido por el Atlético), Rochina o
Larrivey. Al director deportivo, Felipe Miñambres; le
volvía a tocar confeccionar una nueva plantilla con escasos recursos
económicos de margen. Llegaban nombres en su mayoría desconocidos
para el gran público, un par de cedidos por el Villarreal
(Aquino y Pereira) y algún que otro viejo inquilino de
la franja como Amaya o Leo Baptistao. A pesar de
las dificultades Miñambres lograba una vez más elaborar un
equipo competitivo con dos jugadores por puesto.
Comenzaba el tercer proyecto de Jémez
con la misma apuesta ofensiva de los dos anteriores, con la posesión
como gran baza. Dos empates en las dos primeras jornadas que se
antojaron injustos, el Rayo mereció más; en casa frente al
vigente campeón y en Riazor. Después dos derrotas ante
Elche y Villarreal, el equipo mezclaba momentos de gran
fútbol con errores garrafales en defensa.
Habría que
esperar hasta la quinta fecha del campeonato ante el Athletic
para ver la primera victoria de la temporada, el Rayo se
imponía con dos goles de Leo en sendas jugadas de Kakuta,
el futbolista francés cedido por el Chelsea en solo cinco
encuentros había conseguido asombrar a la hinchada de la Agrupación
con sus desbordes por la banda izquierda, sus centros y sus
regates imposibles.
Seguía la
temporada con otra victoria en feudo levantinista y con un buen
partido ante el Barcelona de Luis Enrique que terminaba
0-2 favorable al conjunto blaugrana. Después, dos visitas a tierras
andaluzas con suerte dispar; victoria en Granada con gol de
Manucho in extremis, y derrota en Málaga en un pésimo
partido de los de Paco, como ya sucediera el año anterior en
la capital de la Costa del Sol. A continuación dos nuevas derrotas
ante Éibar y Real Madrid.
Llegaba mediados
de noviembre y con el parón liguero por los compromisos de las
selecciones nacionales parecía que el Rayo iba a estar lejos
de los focos, pero no fue así, todo lo contrario, el equipo copaba
más portadas que nunca por un simple gesto humanitario, algo que
parece tan sencillo pero que rara vez se da en un equipo de fútbol por su poca concepción de la realidad de las dificultades por las
que pasa un ciudadano de a pie. Plantilla y cuerpo técnico tiraban
más de coraje y nobleza que nunca y anunciaban que se iban a hacer
cargo del alquiler de una vivienda para Carmen, una anciana
vecina del barrio de Vallekas, desahuciada de su casa por unas
leyes que perjudican claramente a los más frágiles, un grandioso
gesto en sintonía con el barrio, de tradición obrera y luchadora,
que enorgulleció a una afición solidaría como ninguna; quizás más
que cualquier jugada o cualquier gol.
En la recta final del año dos costosas victorias ante Celta y
Almería, y tres derrotas consecutivas que ponen de manifiesto
los problemas defensivos del equipo; entre medias, una eliminatoria
de Copa del Rey frente al Valencia, que a punto estuvo de
voltear el conjunto franjirrojo, con un planteamiento loco de Paco
Jémez en el partido de vuelta en Mestalla, que a buen
seguro se hubiera saldado de distinta forma de no ser por los
numerosos errores arbitrales.




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